Seguridad espacial: ¿Quién regula la proliferación de satélites y basura espacial?

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El académico del Departamento de Astronomía de la Universidad de La Serena, José Luis Nilo-Castellón, advierte que la sobrepoblación espacial representa una amenaza real para las comunicaciones globales y asegura que Chile tendrá un rol fundamental en el monitoreo orbital.

En un contexto global, marcado por el creciente desarrollo tecnológico y la expansión de actividades en la órbita terrestre, la seguridad espacial se ha convertido en un tema estratégico y urgente para la humanidad.

Esto se debe a la proliferación de satélites, el aumento de la basura espacial y las tensiones geopolíticas que esto podría desatar, lo que ha revelado la necesidad de establecer normas claras y sistemas eficaces de monitoreo y prevención de riesgos en el espacio exterior, para la protección de infraestructuras críticas y la defensa ante posibles amenazas.

Respecto a esto, académico del Departamento de Astronomía de la Universidad de La Serena, José Luis Nilo-Castellón, plantea que “las principales amenazas quedaron establecidas en la segunda mitad del siglo XX, por el astrónomo estadounidense Donald J. Kessler quien, a través del Síndrome de Kessler, advirtió que la humanidad iba a desarrollar la tecnología necesaria para acceder de forma simple al espacio, creando un escenario en el que la basura espacial en órbita baja aumentaría tanto que los choques entre satélites y fragmentos de estos, generarían aún más escombros, provocando una reacción en cadena de colisiones que pondría en riesgo el uso del espacio, sobrepoblando esa región a mediados del siglo XXI, pero con los avances de la tecnología esto se adelantó casi 30 años”.

En línea con esto, el astrónomo explicó que actualmente en el espacio se encuentran circulando elementos orbitales artificiales, los que se dividen en dos tipos: los satélites y los debris.

Según detalla el Doctor en Astronomía, “los satélites tienen comunicación bidireccional con la Tierra, lo que permite tener control de su comportamiento y un  registro de su órbita. En cambio, la basura espacial o debris, como son conocidos en inglés, son satélites o partes de ellos, sobre los que no se tiene ningún control, porque perdieron la capacidad de comunicarse con la tierra o incluso perdieron un tornillo”.

En tanto, “un debris podría chocar con otro o con un satélite y destruirlo, generando otros debris que podrían seguir chocando entre sí, hasta generar nubes gigantes de desperdicios, que es lo que se conoce como el efecto Kessler y es catastrófico”.

De acuerdo al experto en astrofísica y extragaláctica, esta alarmante proliferación se debe a que “el espacio no tiene ningún tipo de regulación, ya que no existe una barrera física o natural como la cordillera que divide Chile y Argentina, el espacio es un lugar completamente abierto y por eso, cualquier país, potencia o incluso una persona que tenga la capacidad y los recursos, podría mandar un objeto al espacio”.

“La imposibilidad de generar una regulación que asegure el correcto funcionamiento de los satélites que están en órbita es una amenaza hoy por hoy, ya que lo que se tiene son acuerdos de buen comportamiento, pero deberíamos contar con una regulación”, asegura.

Sobre esto, el astrónomo relata que “el año 2024 unos informes técnicos revelaron que un par de satélites estuvieron a metros de chocar. Se trataba de un satélite ruso de la época de la guerra fría que ya está en desuso y sin control, con un satélite vigilante estadounidense, los que estuvieron a metros de distancia de chocar”.

En apoyo a esto, el Dr. Nilo afirma que “la sociedad moderna descansa en la comunicación satelital, por ejemplo, en satélites que monitorean las precipitaciones, sumado a nuestro entendimiento del comportamiento del cambio climático, lo mismo la radio y televisión”.

Un país privilegiado

En cuanto a los sistemas de monitoreo que resultan más efectivos para detectar y prevenir incidentes en el espacio, el astrónomo puntualiza que existen dos sistemas de monitoreo en general: los automatizados y los activos.

Los primeros, detalla, consisten en una red de sensores capaces de estudiar, seguir y aprender el comportamiento de los objetos en el cielo, “ya que el espacio no es un vacío, es un sistema natural muy complejo, no lineal, en cambio, los sistemas activos son una combinación entre humanos e instrumentos que están dedicados a observar los satélites, para poder determinar si existe algún tipo de patrón que nos permita predecir su comportamiento”.

En relación a esto, el experto indica que “en los últimos 20 años se ha creado una ciencia que se llama dominio espacial, que une los conocimientos cientificos y tecnologicos del desarrollo espacial con los conocimientos astrofísicos, matemáticos, estadísticos, entre otros, principalmente en la adquisición de datos, para lo que usamos telescopios ópticos, infrarrojos y también radiotelescopios”.

Y añade que “aunque la Organización de las Naciones Unidas (ONU) creó una agencia para este estudio, esto es algo que está recién partiendo y aún muy pocas universidades lo están abordando, pero la nuestra es una de ellas, ya que Chile tiene el privilegio de ser uno de los tres mejores lugares en el planeta donde se puede desarrollar la astronomía, de hecho, el 70% del poder astronómico del planeta va a estar instalado en el norte de nuestros país para el año 2030, por sus condiciones geográficas, logísticas y políticas”, recalca.

En suma a esto, el astrónomo enfatiza que “somos la única universidad del planeta que está físicamente al centro de los dos principales centros astronómicos del planeta, que son NOIRLAB y Carnegie, que son los dueños de los observatorios de Las Campanas”.

Además de esto, el astrónomo relató que “hace más de 10 años que nuestra universidad es anfitrión del proyecto Falcón, perteneciente a la Academia de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, y que consiste en una red global de 12 telescopios ópticos dedicada al monitoreo de satélites”.

“El 2012 se instaló un telescopio óptico, que consiste en un espejo primario de 50 centímetros de última generación, ya que fue actualizado el año 2024, perteneciente al proyecto Falcon en el Observatorio Mamalluca, que está bajo la administración de la USerena y que ha significado un beneficio directo para muchos de nuestros estudiantes, por la disponibilidad que supone y porque a través de este acuerdo, que sigue activo, nos hemos adjudicado tres proyectos con fondos de investigación de Estados Unidos, que nos permitieron financiar tesis de magister, salidas a terreno y distintas especializaciones para estudiantes de pre y postgrado durante casi 10 años”, destacó.

Contaminación lumínica

Esta realidad ha tomado especial relevancia con la llegada del Observatorio Vera C. Rubin, ubicado en lo alto del Cerro Pachón en la Región de Coquimbo, el que ha supuesto un cambio radical en la forma en que se observa el universo.

Referente a esto, el Dr. Nilo-Castellón, indicó que “este particular telescopio escanea el cielo todas las noches y aunque se diseñó cuando aún no existía la proliferación de satélites, con su entrada en funcionamiento, debemos plantearnos cómo resolveremos esta problemática, ya que la presencia de satélites contamina las imágenes”.

“Debido a la importancia de poder predecir las órbitas de los satélites y entregar esa información al equipo científico del Vera C. Rubin, para que desarrollen técnicas de observación que mitiguen la contaminación lumínica, nos encontramos trabajando con datos obtenidos desde el telescopio Falcon, junto a los colegas de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile”, finalizó.