Cuando los muros hablan: ¿Son los grafitis una expresión de arte e identidad urbana?

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El director del Departamento de Arquitectura de la Universidad de La Serena, Alejandro Orellana McBride, analiza cómo el contexto social, el soporte y la intención determinan si una intervención es parte del paisaje cultural o un acto percibido como abandono.

Los grafitis y el arte urbano forman parte de una discusión compleja sobre la identidad, el valor estético y la convivencia en los espacios públicos.

Esta tensión se evidenció luego del estallido social, tras lo cual se han observado diversos fenómenos sociales en Chile, uno de ellos, justamente es la proliferación de rayados callejeros, razón por la que distintos urbanistas han planteado la necesidad de discutir cómo distinguir estos fenómenos y cómo abordar su impacto desde la planificación urbana, equilibrando la protección de espacios patrimoniales con el reconocimiento de las expresiones legítimas del arte urbano.

Con respecto a la manera en que los grafitis influyen en la percepción, identidad y valor estético de los espacios urbanos, el director del Departamento de Arquitectura de la Universidad de La Serena, Alejandro Orellana McBride, explicó que “no se puede establecer un parámetro rígido sobre los grafitis o el arte urbano en la ciudad, ya que esto dependerá de cómo son los grafitis, el contexto social en el que se hicieron, las características del espacio urbano en el que están; y cuál es la relación entre la pintura y el soporte edificado”.

Ahondando en esto, el arquitecto señaló que “un rayado en un edificio que es monumento histórico, lo identificamos como vandalismo y lo percibimos como falto de cuidado, algo similar ocurrirá si se hace un rayado en el cierre perimetral de una fábrica con panderetas en mal estado, ya que si tiene grafitis, probablemente van a acrecentar la percepción de inseguridad y abandono”.

Por otro lado, el Doctor en Arquitectura y Urbanismo, afirmó que “una pintura de gran calidad técnica, ubicado en un muro medianero ciego de un edificio que sobresale del resto, probablemente se integrará al paisaje urbano y lo valoraremos positivamente, lo mismo podría suceder con un grafiti pintado por los jóvenes de una junta de vecinos en un espacio que transformaron en huerto comunitario será valorado como elemento identitario”.

¿Arte o vandalismo?

En cuanto a los criterios o estándares deberían establecerse para distinguir entre los grafitis vandálicos y las manifestaciones artísticas legítimas en el contexto del espacio público, Orellana aseguró que “el arte urbano siempre se ha movido en los límites entre lo legal e ilegal, generando conflictos en muchas partes del mundo, a la vez que también ha construido patrimonio cultural e identidad, a partir de acciones que inicialmente se clasificarían como ilegales”.

“Es difícil definir estándares o criterios rígidos sobre qué acciones de pintura se clasifican como vandalismo y cuales cómo arte urbano, debido a que esta valoración se construye socialmente, no por decreto”, agregó.

Sobre esto, el experto detalló que “en Chile, con una cultura de propiedad privada muy fuerte, se ha ido formando la ética del muro autorizado, es decir que si el dueño del muro dio permiso, entonces es una acción legítima; en cambio cualquier pintura sin el consentimiento del dueño sería vandalismo”.

Pese a esto, el Orellana sostuvo que “en cualquier caso, estas delimitaciones en la ciudad son difusas, especialmente en la ciudades metropolitanas con grandes obras de infraestructura que dejan espacios que se prestan para intervenciones con graffitis, donde asuntos como la propiedad no están tan claros y se producen fenómenos de apropiación a través de la pintura”.

Posibles normativas

El académico también se refirió al posible impacto urbano de una eventual normativa que aumente multas y ordene la limpieza inmediata de grafitis en edificios y mobiliario urbano, haciendo hincapié en que “es importante marcar ciertas líneas rojas que protejan ciertos espacios y elementos urbanos, especialmente aquellos que hemos reconocido como patrimonio”.

“Los edificios con protección patrimonial o los monumentos debieran tener un gran alto de protección frente a los rayados, con una normativa que desincentive estas acciones y la aplicación de medidas reparatorias inmediatas”, recalcó.

En línea con esto, el investigador insistió en que “más que tratar de regular el arte urbano, que por su naturaleza es de difícil clasificación y control, debiesen endurecerse las medidas de protección de edificios y espacios que no queremos que sean intervenidos en ningún caso, implementando, además políticas que favorezcan su mantención y cuidado”.